Estos componentes forman parte del sistema de suspensión y trabajan en conjunto con otros elementos como las ballestas, brazos o barras estabilizadoras. Gracias a ellos, el coche absorbe las irregularidades del terreno, reduce los rebotes y mantiene la carrocería equilibrada al girar, acelerar o frenar. Sin embargo, unos amortiguadores en mal estado pueden alterar por completo el comportamiento del vehículo y poner en riesgo tu seguridad y la de los demás.
El desgaste de los amortiguadores suele pasar desapercibido hasta que los síntomas son evidentes. Sin embargo, hay señales que conviene conocer para actuar a tiempo:
► Desgaste irregular de los neumáticos: unos amortiguadores deteriorados reducen la vida útil de las ruedas hasta un 20%.
► Ruidos en curvas o al pasar baches: los golpes o chirridos indican que el sistema de suspensión no amortigua correctamente.
► Vehículo desnivelado o que rebota en exceso: si al empujar el coche hacia abajo tarda en estabilizarse, el problema es claro.
► Manchas de aceite en los amortiguadores: es señal de fuga interna y sustitución urgente.
Aunque tu coche sea nuevo y aparentemente esté en buen estado, los fabricantes recomiendan revisar los amortiguadores cada 20.000 kilómetros y sustituirlos, aproximadamente, a partir de los 80.000 km, siempre por parejas (los dos delanteros o los dos traseros) para evitar desequilibrios en la suspensión.
Ignorar el mantenimiento de los amortiguadores puede tener consecuencias graves tanto en la conducción como en la mecánica del vehículo. Entre las más comunes destacan:
Menor agarre en curvas: el coche tiende a balancearse más y puede salirse de la trayectoria con facilidad.
Pérdida de control de la dirección: la suspensión no absorbe las irregularidades y las ruedas pierden adherencia.
Riesgo de aquaplaning: la falta de estabilidad aumenta el peligro incluso a baja velocidad sobre superficies mojadas.
Mayor distancia de frenado: con amortiguadores desgastados, el coche puede tardar hasta 3 metros más en detenerse a 100 km/h.
Desgaste prematuro de otros componentes: el “estrés mecánico” afecta al motor, frenos y transmisión.
Aumento del consumo de combustible: el coche necesita más energía para mantener la estabilidad.
Fallos en los sistemas ESP y ABS: los sensores reciben datos erróneos y no actúan con precisión.
Menor confort al conducir: los rebotes, vibraciones y ruidos se multiplican dentro del habitáculo.
Unos amortiguadores en mal estado reducen drásticamente la seguridad y la eficiencia del coche, además de hacer cada trayecto más incómodo y peligroso.
Los amortiguadores son mucho más que una pieza de confort: son un pilar de la seguridad activa del vehículo. Mantenerlos en buen estado mejora la adherencia, la precisión en la dirección y la eficacia del frenado, además de prolongar la vida útil de los neumáticos y otros componentes.
Por todo ello, revisar la suspensión con regularidad en un centro de confianza no es un lujo, sino una inversión en seguridad y tranquilidad.
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Los amortiguadores, junto a los frenos y los neumáticos, forman el conocido “triángulo de seguridad del vehículo”, una combinación esencial que determina cómo responde tu coche ante cualquier imprevisto en la carretera. Aunque su desgaste es gradual y silencioso, su función es vital: mantener las ruedas en contacto constante con el suelo, garantizando la estabilidad, el control y la comodidad al conducir.
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